Me encantan las personas que hacen de la puntualidad su tarjeta de visita. Significa para ellas estar a tiempo para cumplir sus obligaciones: una cita del trabajo, una reunión de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo pendiente por entregar, una salida con su pareja.

 

La puntualidad es necesaria para dotar a nuestra personalidad de carácter, orden y eficacia, pues estamos en condiciones de realizar más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo, ser merecedores de confianza. Es una virtud que hay que educarla desde niño especialmente con el ejemplo. Si los padres suelen llegar tarde a los sitios, los niños no valorarán la importancia de llegar a un lugar a la hora convenida. Por eso es tan importante su práctica. Las cosas no se consiguen a la primera ni por ciencia infusa, la constancia es la mejor arma.

Lo contrario de virtud es vicio. El antónimo de puntualidad es impuntualidad. Pero ¿no es la impuntualidad algo cultural de nuestra sociedad? ¿Qué razón hay para tener que convocar una reunión, en primera y segunda convocatoria? El otro día en una conferencia, al comenzar el ponente a hablar, había diez personas en la sala y al finalizar cerca de cuarenta. ¿No es una falta de respeto hacia el conferenciante y hacia  los que han llegado a la hora? Hay espectáculos como los toros o los conciertos de música clásica que intentan educar a la gente, pues una vez comenzados no se permiten la entrada hasta el primer descanso. Por el contrario, hay acontecimientos que llevan siempre la etiqueta de la impuntualidad: las novias el día de la boda, la consulta del ambulatorio, la salida de un vuelo… Esto lo tienen muy, pero que muy claro, los médicos que llaman a sus clientes “Pacientes” aunque seamos muy “Impacientes”.

Y cuándo vas a ver a un cliente. ¿Cómo te trata? ¿Te recibe a la hora que habíais, previamente, concertado? Por mi trabajo he soportado esperas “insultantes” y a veces he tenido la tentación de marcharme aun a costa de perder una posible venta. Una persona en una sala de espera merece todos los respetos. No basta con dejarle en la mesa unas cuantas revistas para que mate el tiempo, y menos si estas son el catálogo de productos de la empresa visitada. No es presentable que después de media hora de espera te reciban con un lacónico “perdón”. El tiempo es igual de importante para todo el mundo. A la hora de planificar hay que comprometerse. Hacer una agenda orientativa es de profesionales mediocres, insensibles, desconsiderados. No puedes pensar en los demás como si fuesen números. Piensa en ellos, «sobre todo en los que están en la sala de espera», como  lo que son: Personas, con toda la dignidad de ese título maravilloso.

Hay dos factores críticos que fomentan la “impuntualidad”: la falta de control de uno mismo y la cultura de la velocidad que vivimos en este mundo globalizado. La persona no controla su vida. Al contrario la vida le controla a ella y mientras uno no esté dispuesto a tomar el mando de su vida el tiempo será incontrolable y así seguiremos haciéndonos esperar por gente que si sabe hacerlo. Es necesario echar el freno y empezar a pensar en una vida más tranquila, lenta, pausada pero efectiva. Todas las personas que hoy se confiesan defensores de la lentitud,  pueden identificar el punto de inflexión en que la propia aceleración de su ritmo de vida les hizo echar el freno y decir: “¡Hasta aquí hemos llegado!”. El mundo de la velocidad ha disparado como nunca el consumo de ansiolíticos; la gente no sólo no dispone de más tiempo, sino que tiene la sensación de que no llega a nada y, sobre todo, de que no puede disfrutar de lo que ya ha conseguido porque continúa sin tener tiempo.

Es muy conveniente cambiar el “chip” y hacerse un nuevo planteamiento: trabajar para vivir y no vivir para trabajar; disfrutar el presente y sacar tiempo para aprovechar lo que tenemos, y quitar el pie del acelerador e ir más despacio. Unos preceptos que pueden sonar muy sensatos, pero que tienen que luchar contra el descrédito que supone la lentitud en la era del kilobyte por segundo. Ser lento es ser un perdedor, carente de iniciativa, un torpe. ¿O no? Algo se está moviendo para que hasta el marketing esté apostando por la pachorra. Ahí tenemos ese eslogan de los calzados Camper, Camina, no corras, o la campaña de los helados Häagen-Dazs en el Reino Unido: el anuncio en cuestión anima a sacar el bote de la nevera y esperar 12 minutos antes de meter la cuchara. Entonces, y sólo entonces, habrá alcanzado el punto perfecto de suavidad y placer. El nuevo Volkswagen Beetle se vende en Japón con un reclamo en inglés: “Go slow”. Orange,  basó una de sus campañas  en la idea de que las cosas buenas de la vida, como jugar con los hijos o enamorarse, pasan cuando el teléfono está desconectado¹.

¿Podremos ser puntuales con las visitas, contestar los correos y devolver las llamadas? Tú ¿contestas los correos? ¿Devuelves las llamadas? ¿Has pensado que la otra persona espera algo de ti? El tiempo apremia, pero no seas maleducado. Demuestra tu señorío…

¹ Karelia Vázquez

Jaime Pereira

www.jaimepereira.es