En los últimos meses estamos teniendo muchas noticias buenas en lo referente a financiación bancaria a empresas. Tras las subastas celebradas en septiembre y diciembre de 2014 en la que los bancos solicitaron 82.600 millones y 129.800 millones, respectivamente, el pasado 19 de marzo tuvo lugar el tercer TLTRO del Banco Central Europeo (BCE), una subasta de liquidez a cuatro años condicionada a la concesión de crédito. Los bancos de la  eurozona pidieron esta vez 97.800 millones de euros al BCE, muy por encima de los 40.000 millones que se había pronosticado en encuestas de mercado.

 

Esto significa un crecimiento de la financiación a la economía real (familias y empresas) porque esta financiación tiene como requisito incrementar el crédito, y junto a los mínimos históricos del Euribor (nos movemos ahora en el entorno del 0,21% en la referencia a 12 meses que es la más usada) son indudablemente buenas noticias para las empresas. Entre la mejora en la situación macroeconómica y los bajos tipos, las ayudas del BCE y el mayor apetito de crédito de los bancos (que ya han superado la época de importantes provisiones que tuvieron que “digerir” tras la pasada crisis) la vida profesional del Director Financiero, que tan complicada ha sido en los últimos tiempos, ha cambiado radicalmente. De tener que ir a llamar a la puerta de los bancos (muchas veces “cerradas” y otras directamente “desaparecidas” por la consolidación del sector y reducción del número de entidades en los últimos años) se ha pasado en unos meses a una situación parecida –que no igual- a la de antes de la crisis: equipos comerciales de los bancos visitando a las empresas y ofreciendo financiación a corto y largo plazo a precios muy reducidos compitiendo entre diferentes entidades, incluso ofreciendo sustituir financiación de circulante por préstamos con lo que ello significa para el fortalecimiento de balances y simplificación de la operativa.

Ahora bien, sin querer ser “aguafiestas”, aprovechemos esta buena situación pero teniendo muy en cuenta lo que nos va a deparar un futuro no muy lejano (aunque no tengo la “bola de cristal” diría que el plazo debería ser de unos tres años) va a ser:

  • Tanto el QE del BCE con el que está comprando deuda soberana para situar la inflación en niveles cercanos al 2% como los TLTRO, que hemos comentado antes, son medidas coyunturales que no puedan sostenerse a un plazo muy largo.
  • Además el levantamiento progresivo de estas medidas irá coincidiendo con la implantación de Basilea 3 de forma obligatoria para las entidades financieras.

¿Qué significa Basilea 3?

Y, ¿qué significa Basilea 3?, ¿qué cambios introduce en las entidades financieras? Resumiendo de forma muy rápida, es una regulación más estricta para las entidades que les obliga a comprometer más capital para mantener la misma financiación que hasta ahora con las reglas de Basilea 2 nivel avanzado (lo que popularmente se conoce en el sector como “Basilea 2.5”).

¿Y qué consecuencias tendrá para la financiación de las empresas? Parecen claras, no hace falta ser un analista avanzado para intuir lo que previsiblemente sucederá. Lo más evidente es que las entidades incrementarán los diferenciales para poder compensar el mayor capital necesario para mantener el nivel de financiación, o bien tendrán que reducir el nivel de crédito para poder actuar con el mismo capital. Ambos escenarios dibujan un endurecimiento de condiciones para la financiación que se va a dar en mayor o menor medida si sigue la hoja de ruta para la implementación de todas las medidas (de 2014 a 2019) que irán aplicándose progresivamente (no pensemos por tanto que el problema no llegará hasta el 2019 sino que irá haciéndose más evidente poco a poco hasta llegar a esa fecha)

¿Qué recomendación podríamos dar por tanto a los directores financieros y a los gerentes de empresas de todo tamaño? Está clara: que aprovechen esta época de relativa bonanza en cuanto a precios y liquidez en el mercado para que sus partidas de activo estén financiadas correctamente; incluso que parte de su circulante se financie a largo plazo, mejorando su fondo de maniobra y “blindándose” por tanto frente a hipotéticos endurecimientos en cuanto a condiciones o cantidad de la financiación en el futuro.

Otra de las medidas que deberían valorar es reducir la dependencia de la financiación bancaria. Que esto lo diga una entidad financiera puede parecer paradójico, pero es que actualmente en torno al 80% de la financiación de la empresa española es bancaria, lo que supone una anomalía respecto a lo habitual en otros países. En otros países de la Unión Europea esta ratio ronda el 50% o 60%; en el Reino Unido, sobre el 30%; y en Estados Unidos, solo un 20%.

Las entidades financieras estamos viendo sobre la mesa continuamente proyectos para financiar empresas que resultan atractivos, pero que requieren de una estructura de financiación más equilibrada que la adición de más deuda bancaria a unos fondos propios escasos. En nuestro Comité de Créditos vemos casi cada semana algún ejemplo claro de este error. Los socios de la empresa deben demostrar también con su aportación de capital que apuestan por el proyecto. Pero es cierto más allá de los socios y las tradicionales “3 F” (friends, family and fools: en nuestro idioma amigos, familia y “locos”), las opciones son todavía limitadas porque el crowdfunding y el crowdlending no están suficientemente desarrollados. El sector del capital riesgo es otra opción que ha crecido de forma importante en los últimos años y su maduración ayudará a que las empresas consigan nuevas fuentes de financiación, pero es otra vía la que creemos más sostenible cara al futuro: la extensión y “democratización” de los mercados de capitales, reduciendo los requisitos y comisiones para poder reducir también los tamaños de las empresas cotizadas, de forma que el inversor particular en general pueda invertir de forma masiva en ellas en lugar de hacerlo mayoritariamente en depósitos bancarios como pasa en la actualidad.

Por poner ejemplos de nuestro país, el MAB (Mercado Alternativo Bursátil) y el MARF (Mercado Alternativo de Renta Fija) son dos pasos en la dirección correcta, pero aún sus requisitos quedan muy lejos de la pequeña y mediana empresa. La solución puede venir a nivel europeo, pero sin unos estándares contables, de auditoría y fiscales comunes los inversores de cualquier parte de Europa es complicado que se animen a invertir en empresas de otro país dentro de la UE y solucionar así la “sobredependencia” de la financiación bancaria. Aunque ya sabemos que la armonización de legislaciones entre países es siempre un tema complicado y con plazos muy largos, una verdadera Unión Europea en lo referente a mercados de capitales es el instrumento ideal para mejorar la financiación de nuestras empresas.

Para no extenderme más, resumo… aprovechen la coyuntura favorable mientras dure, poniendo en orden la financiación de su balance de la mejor manera posible y no sufrir con la implantación de los nuevos requerimientos de capital para las entidades financieras que tenemos “a la vuelta de la esquina”.

Sixto Rodrigo, director del Segmento de Empresas de Deutsche Bank