¿Y qué tienen que ver Unamuno y Pascal con el fracking? Esa es la cuestión. ¿Ha notado usted que llenar hoy el depósito de su coche es más barato que llenarlo hace un año? ¿Se ha preguntado por qué? Pues el fracking es una parte importante de la respuesta a esa pregunta.

 

La famosa sentencia de Unamuno, que otros inventen, para aprovecharnos nosotros, sentencia que ningún asesor de imagen o de comunicación recomendaría, por lo que, aparentemente, tiene de antiinovadora o anticientífica, no es, en principio, tan desacertada o tan políticamente incorrecta como podría parecer: encierra una gran sabiduría práctica que los tratados de Economía, desde Adam Smith y David Ricardo, reflejan en un sencillo teorema que podría expresarse así: los beneficios de las innovaciones tecnológicas, sean cuales sean sus inventores y sean cuales sean sus lugares de origen, gracias al sistema de precios en un mercado libre y al comercio internacional, acaban derramando sus beneficios hacia todas partes, hacia todas las personas, en todas las direcciones y con la misma intensidad. Más o menos como ocurre con la presión ejercida sobre los fluidos, que se transmite con igual intensidad y en todas las direcciones, tal y como nos enseñaba Blaise Pascal en su famoso Principio.

¿Y qué tienen que ver Unamuno y Pascal con el fracking? Esa es la cuestión. ¿Ha notado usted que llenar hoy el depósito de su coche es más barato que llenarlo hace un año? ¿Se ha preguntado por qué? Pues el fracking es una parte importante de la respuesta a esa pregunta.

El fracking es una técnica de extracción de hidrocarburos que hace rentables yacimientos que antes no lo eran a los precios corrientes del mercado. Y es que el gas y el petróleo no siempre se hallan en bolsas compactas bajo el subsuelo, esperando a que alguien introduzca una pajita simbólica para extraer su contenido, como se sorbería de un vaso de limonada. Esos son, desde luego los yacimientos más rentables, y los primeros que se han explotado, porque son los que menos costes operativos y tecnológicos conllevan.

Sin embargo, hay yacimientos donde el gas y el petróleo no se hallan en bolsas compactas, sino atomizados en substratos de rocas porosas, más o menos como se alojan los líquidos dentro de una esponja. ¿Y cómo estrujar esa esponja y absorber el líquido? Presionándola, naturalmente; en este caso, con fluidos a presión que, al igual que un dedo en un cristal empañado, reúne las gotas de agua condensada. Y, acto seguido, aspirando esas gotas de petróleo, o de gas, con un potente aspirador.

Y esta técnica ha conseguido abaratar sensiblemente el precio del gas y del petróleo, no solo en Estados Unidos, su principal impulsor, también en el resto del mundo. El aumento de producción de gas y petróleo de Estados Unidos, gracias al fracking, ha puesto a los norteamericanos en el horizonte de la autosuficiencia energética, cuando hace apenas 10 años EE.UU. era uno de los principales importadores mundiales de hidrocarburos. Así, las previsiones para 2016 son que las importaciones netas norteamericanas de hidrocarburos se reduzcan a un 25% de su consumo total, cuando hace apenas 10 años eran de un 60%. Y en apenas otros 10 años, EE.UU. acabará siendo exportador neto de petróleo y gas natural gracias al fracking.

Adam Smith y Ricardo, naturalmente, señalaban que los primeros en beneficiarse de las innovaciones tecnológicas eran sus inventores. En este caso, EE.UU. Pero también subrayaban que no acababan ahí los beneficios: la eficiencia en la producción y el abaratamiento de los costes acaban presionando a la baja los precios. E, indudablemente, para eso no hace falta recurrir a Adam Smith, todos nos beneficiamos cuando los precios de las materias primas son más bajos. Sobre todo, los consumidores finales. ¿Cómo?

Si EE.UU. ya no necesita recurrir a los mercados internacionales de hidrocarburos, o al menos no con tanta intensidad como lo hacía antaño, queda más producción para el resto del mundo. Y esa producción, para tener salida, necesariamente habrá de salir con precios más bajos.

 

Y aquí es donde entran en juego Unamuno y Pascal: otros inventan y nosotros nos beneficiamos. Y esos beneficios, a través del mercado y del sistema de precios, se extienden con la misma intensidad y en todas las direcciones, como predicaba Pascal de los fluidos.